viernes, 18 de octubre de 2013

La No Distribución de la Riqueza como Parte del Espejismo Mundial



Mucho se habla y se escribe acerca de modelos económicos para cada país. Todos ellos con sus distintas variantes, buscan que exista crecimiento económico o que se den las condiciones para ello. Muchos buscan que la sociedad se desarrolle a través de ese crecimiento económico. Y también, una gran cantidad de modelos económicos buscan mejorar la distribución de la riqueza.
Bajo el lema de mejorar la distribución de la riqueza muchos piensan que los modelos de competencia pueden lograrlo.
Sin embargo, ¿qué es mejor?, ¿que la riqueza esté mejor distribuida o que haya más riqueza mal distribuida? Es obvio, que cualquiera opinaría que las 2, pero muchas veces la realidad pauta que ambas simultáneamente son difíciles de lograr. Más aún, si pensamos en la actualidad de los últimos 30 años podríamos efectuar algunas inferencias.

Una inferencia está relacionada con los aspectos filosóficos o espirituales referidos a la riqueza. En general la riqueza no es el fin de las personas sino el medio por el cual satisfacen sus necesidades y cumplen sus deseos. Esto nos lleva casi inmediatamente al concepto de felicidad, que puede manifestarse como autorrealización en el trabajo o con la familia, cumplimiento u obtención de deseos materiales, lograr poder en ciertos aspectos políticos o económicos, generar satisfacción para los hijos, aseguramiento de futuro o lo que fuere.

Para todos estos aspectos, el ambiente actual indica que el concepto de “competencia” es el adecuado para llegar a “la riqueza”, a través de la obtención de recursos materiales y dinero. De esto podemos extraer cientos de derivaciones de cómo hacerlo: unos elegirán situarse en un nicho de mercado, otros en mercados oligopólicos, otros explotar la tierra, otros el estudio, otros la innovación, otros la tecnología, otros negocios con el Estado, otros la política, otros la corrupción, etc., etc. El punto es que una vez inmersos en el actual sistema comenzamos a ver que lo nuestro es nuestro, que quizás lo merecemos o merecemos más y fundamentalmente comenzamos a tener una percepción única de que el sistema es así, que no se puede cambiar y que está bien que haya mala distribución de la riqueza, acumulación de poder económico y político, y de paso tapamos bajo la alfombra de nuestro pensamiento la pobreza, la falta de oportunidades, la contaminación y el hambre. En notas como http://nuevaeconomiaycompartir.blogspot.com.ar/2012/07/el-espejismo-de-la-riqueza-que.html y http://nuevaeconomiaycompartir.blogspot.com.ar/2012/01/por-que-estar-satisfechos-con-este.html se han expuesto tópicos de por qué debemos cambiar o qué pasa en períodos de baja económica.

Sin embargo, en el mundo se pueden encontrar miles de razones para sostener el sistema actual, siendo quizás la principal el sistema de innovación que permite el capitalismo, la libre creación de productos y servicios que en el mercado a veces se vuelven un éxito. Este sistema de innovación basado en libertad-riesgo es un factor esencial y la decisión del innovador o emprendedor pensando en: (i) ¿me volveré rico o tendré éxito?; (ii) ¿quiero llevar bienestar o mejorar el mundo?; (iii) ¿quiero crear o hacer algo útil a la sociedad y para mi mismo?; (iv) ¿creo o invento esto para sobrevivir o vivir mejor?; (v) ¿quiero cubrir una necesidad latente o crear una nueva necesidad?; (vi) ¿quiero aumentar las ganancias de mi compañía con nuevos productos?; etc., son también esenciales. Ahora al analizar las razones, vemos que volverse rico o generar más utilidad para una compañía son sólo algunas de las pocas razones; con lo cual se podría pensar que psicológicamente y prácticamente la sociedad y el mundo puede vivir sin estas razones como objetivo de la innovación.

Gran parte de lo que sigue, fue extraído de un informe realizado por los Isabel Ortiz y Matthew Cummins para Unicef presentado en Agosto de 2012 y titulado DESIGUALDAD GLOBAL. El informe es muy ilustrativo de por qué el sistema global debe cambiar.

Tengamos en cuenta que por más que le demos vueltas y vueltas al asunto, lo que se refleja a continuación en números en realidad son personas. Personas que tienen que salir a luchar a diario por sobrevivir. También personas que esperan mucho más de sus gobernantes y que quizás ellas mismas no toman conciencia de su situación. Menos aún toman conciencia a veces los que tienen el poder. En estos últimos 2 o 3 años, observamos que al sistema se le hacen parches, pero no cambia nada y los países no lo cuestionan lo suficiente. ES POR ESO QUE EN MUCHAS OPORTUNIDADES ME REFIERO AL ESPEJISMO QUE CREA LA RIQUEZA Y AHORA AL ESPEJISMO DE LA QUERIDA PERO NUNCA LOGRADA REDISTRIBUCIÓN. Espero que quien lea esto se tome su tiempo para pensar en personas y no en números.

Coeficiente de Gini – una medida de cómo se distribuye la riqueza (o la pobreza!!!)
Ahora, volviendo sobre el análisis de la distribución veamos que pasa en el mundo y por qué sigue siendo un espejismo decir que el sistema actual permite la mejor distribución de la riqueza. El Índice de Gini es la medida de desigualdad del ingreso más usada habitualmente. En ella el 0 es la igualdad perfecta (es decir, cada persona tiene exactamente el mismo ingreso) y el 1 es la desigualdad perfecta (esto es, una persona tiene todo el ingreso).

¿Qué sabemos sobre las desigualdades de ingreso en el mundo durante los siglos pasados? Los estudios que han usando series de tiempo más extensas concluyen que la desigualdad en el ingreso se ha venido incrementando de forma constante desde inicios del siglo XIX. Milanovic (2009), por ejemplo, ha calculado índices de Gini a lo largo del tiempo y descubierto que la desigualdad global del ingreso aumentó de forma constante desde 1820 a 2002, con una subida significativa desde 1980 en adelante (Tabla A).  Aportando más información sobre la trayectoria más reciente, Cornia (2003) concluye que la desigualdad aumentó globalmente entre comienzos de la década de los ochenta y de los noventa tras realizar una revisión de diferentes estudios. Asimismo, existe una alta probabilidad de que la desigualdad haya empeorado desde el 2008 (comienzo de crisis económica) hasta la fecha.

Tabla A. Índices de Gini globales estimados, 1820-2002
Año
Gini
1820
43.0
1850
53.2
1870
56.0
1913
61.0
1929
61.6
1950
64.0
1960
63.5
1980
65.7
2002
70.7

La pobreza
¿Qué significa la desigualdad global para los pobres? Una ilustración de las disparidades globales en el ingreso ayuda a contextualizar lo extremo de la desigualdad a la que se enfrenta un número increíblemente grande de pobres. En el cuadro de abajo se muestra la distribución global del ingreso como es: la forma de una “copa”. Aquí se nota que existe una gran concentración de ingreso en el extremo superior, que se reduce rápidamente hasta convertirse en solo una línea fina en la parte inferior. De modo general, esto proporciona una potente imagen gráfica de la escasa cantidad de ingreso que está al alcance de los pobres a escala global. En concreto, aproximadamente 1,200 millones vivían en extrema pobreza con menos de 1.25 dólares al día en 2007 (un 22 % de la población mundial) –ES DECIR PASAN HAMBRE TODOS LOS DÍAS- y aproximadamente 2,200 millones con menos de 2 dólares al día (o aproximadamente un 40 % de la población mundial).5 Una manera alternativa de contemplar la “copa” es comparando el porcentaje superior de quienes ganan más ingreso en el mundo con el inferior. Al hacerlo, encontramos que los 61 millones de personas más ricas (o un 1 % de la población global) tenían la misma cantidad de ingreso que los 3,500 millones más pobres (o un 56 %) en 2007.
Niños y jóvenes
¿Cómo afecta la distribución global del ingreso a niños y jóvenes? A nivel global, la mayoría de los niños viven en los quintiles de ingreso más pobres (Figura a continuación). Cuando se compara la concentración de la población joven a lo largo de todos los quintiles de la distribución global del ingreso, nos encontramos con que casi la mitad (un 48.5 %) de los jóvenes del mundo están confinados en los dos quintiles inferiores más pobres. Esto significa que de cada 3,000 millones de personas con menos de 24 años que había en el mundo en 2007 aproximadamente 1,500 millones estaban viviendo en situaciones en las que ellos y sus familias tenían acceso a sólo un 9 % del ingreso global. Estos hallazgos no son sorprendentes dado que las familias más pobres tienden a tener unas tasas de fertilidad más altas. Si ascendemos en la pirámide de distribución, la situación de los niños y jóvenes no mejora mucho: más de dos tercios de la juventud del mundo tienen acceso a menos del 20 % del ingreso global, mientras que el 86 % de todos los jóvenes viven con aproximadamente un tercio del ingreso mundial. Para los poco más de 400 millones de jóvenes que tienen la fortuna de situarse entre las familias o situaciones de la cima de la pirámide de distribución, no obstante, las oportunidades abundan, con más del 60 % del ingreso global a su alcance.

La gravedad de la desigualdad en la distribución global del ingreso quizá se vea mejor representada por una ilustrativa figura tridimensional basada en los quintiles de población de los países. En la Figura que sigue, cada columna vertical representa el ingreso de un quintil del país. Aquí, el bloque más alto en el extremo del fondo refleja el ingreso del quintil más rico de la población de Luxemburgo, mientras la columna que es apenas discernible en el extremo más cercano representa el ingreso del quintil más pobre de la población de la República Democrática del Congo. En conjunto, esta figura recoge los datos de 135 países a fecha de 2007 usando dólares estadounidenses constantes de 2000.

La desigualdad genera problemas sociales y de salud
Wilkinson y Pickett (2010) examinan la relación entre la desigualdad de ingreso y problemas sociales y de salud. Ellos llevan a cabo pruebas empíricas a lo largo de un grupo de países de la OCDE así como de los 50 estados de Estados Unidos. Entre ambos escenarios, los resultados muestran claramente que las consecuencias sociales y para la salud son sustancialmente peores en las sociedades más desiguales. En especial, los individuos en las sociedades más equitativas, inter alia, disfrutan de mejor salud, viven más, tienen menos probabilidades de sufrir enfermedades mentales, obtienen mejores resultados académicos, consumen menos drogas ilegales, tienen menos comportamientos criminales, disfrutan de más movilidad social, son más confiados, experimentan menos violencia y tienen menos probabilidades de ser madres adolescentes en comparación con quienes viven en sociedades menos equitativas.
Una de las contribuciones más significativas de Wilkinson y Pickett fue el desarrollo del Índice Internacional de Problemas Sociales y de Salud (IHSP). Este índice compuesto cubre 23 países de la OCDE e incluye los siguientes indicadores: homicidios, encarcelaciones, mortalidad infantil, esperanza de vida, resultados en alfabetismo y matemáticas, enfermedad mental, obesidad, movilidad social, nacimientos entre adolescentes y confianza. Hasta la fecha, el IHSP ofrece quizá la más completa instantánea de los impactos sociales a lo largo de varias naciones que no incluye un parámetro sobre el ingreso, lo que le convierte en una fuente ideal para el análisis de la desigualdad de ingreso. Nosotros presentamos el convincente gráfico de Wilkinson y Pickett, que refleja los hallazgos generales de su investigación, situando el IHSP junto a los datos sobre desigualdad más actualizados (Figura que sigue).11 Este especial conjunto de datos demuestra una relación muy fuerte entre el aumento de los niveles de desigualdad y unos mayores problemas sociales y de salud (ρ = 0.54).

Aunque las limitaciones de datos nos impiden hacer un test del IHSP sobre una más amplia variedad de países, es posible examinar la desigualdad de ingreso y un problema social particularmente apremiante: la violencia (Figura que sigue). Observando las tasas de homicidios y los índices de Gini a lo largo de una muestra de 138 países, descubrimos que los países que se caracterizan por altos niveles de desigualdad tienden a ser mucho más violentos (ρ = 0.57).